Menu Close

Experiencias de Familias de Acogida: Yessica

Mi nombre es Yessica y vivo en Puerto Montt con mi marido y mi hijo; en marzo de 2019 llegó a nuestra vida posterior a las evaluaciones y la “hijespera” del primer acogimiento.   

Decidimos ser familia de acogida a mediados del año 2018 pensando en que somos una pareja con amor de sobra que queremos compartir con esos pequeños/as que por distintas circunstancias no tienen la oportunidad de recibir mimos, que no les cuentan un cuento para dormir cada noche y a aquellos que no les espantan los monstruos esas noches de terror. Todos merecemos ser felices y amados en nuestra infancia, tener a alguien que celebre nuestros primeros logros y aprendizajes.

Así que a pesar del final difícil que pudiera tener nuestra  temporalidad de nuestra historia en la vida de estos pequeños, queremos dejar una parte nuestra llena de magia y aventuras, que su vida con nosotros sea un bello recuerdo para esas pequeñas estrellitas que luchan por brillar, queremos restaurar su luz.

Nos presentaron el caso de nuestro hijo después de 2 meses desde la idoneidad para ser familia de acogida, nos explicaron su historia sin ahondar demasiado, explicándonos la urgencia de encontrar una familia para él, ya que por sus características físicas y de estimulación no estaba apto para ir a un centro; en ese momento con 3 años 2 meses utilizaba talla 18-24 meses y no hablaba. Inmediatamente aceptamos el desafío de conocerlo y prepararnos para su llegada, comenzamos a habilitar una habitación para él, a preparar nuestra casa para hacerla más segura y a buscar mucho material de lectura para sus características específicas, que nos permitieran ayudarlo y darle herramientas para su futuro, ya sea con su familia definitiva o el retorno a su familia biológica. En especial, entregarle un poco de autonomía para que no volviera a pasarle lo que le pasó y sea capaz de buscar su alimento y decir qué le pasa.

Cuando lo conocimos fue un impacto muy grande, en lo personal tomé distancia en los acercamientos para observarlo, medir su ropa, entender sus miedos, averiguar qué le gustaba comer, si tenía alergias y lo más importante, que mi pareja tuviera la seguridad y el interés que yo tenía, ya que a él le costaba un poco más convencerse totalmente de este proyecto al que yo nos estaba embarcando.

Mi marido se encargó de jugar mucho con él en los acercamientos, estos fueron 2 veces por semana, yo llegaba media hora antes y le daba de comer, nos sentábamos, trataba de explicarle quién era yo, le mostraba juguetes para saber cuales le gustaban y así preparar su pieza con lo que le llamara la atención y cuando llegaba Cristian los observaba y acompañaba rogando que se llevaran bien, que nada pusiera una duda para que este pequeñito tuviera por fin la familia que lo cuidara como se lo merecía.

A la tercera semana nos permitieron sacarlo del FAE, lo llevamos a la casa de mis suegros y lo presentamos, él era muy dócil, se daba con cualquier adulto que le prestara atención. Esto también fue un problema posteriormente ya que no discriminaba entre personas conocidas o no, se iba con cualquiera así que debíamos estar muy atentos.

La cuarta semana nos permitieron tenerlo el fin de semana en nuestra casa; lo llevamos a conocer a mis papás y hermanos, mi mamá tomó como meta personal alimentarlo porque lo vio muy pequeño, como siempre se adaptó y ganó con su carisma a todos en la casa.

Cuando llegó finalmente a vivir con nosotros estábamos muy nerviosos, él no tenía lenguaje para comunicarse, pero hacía lo que le indicábamos, así que comía lo que le servíamos sin pedir demás, sin negarse inclusive, jugaba tímidamente con sus juguetes, se durmió sin problemas en su cama, la verdad esperábamos más desafíos.

Al poco tiempo la rutina de nuestro hijo se apoderó de nuestras vidas, hacíamos todo en torno a que su vida fuera más cómoda y feliz, él nos agradecía con cariño y ternura. Aprendió de a poquito a confiar en nosotros y decirnos que no, que habían cosas que no le gustaban y otras que sí, aprendió a pedirnos comida y demandar atención; uno de los primeros avances en su confianza fue reclamar para que lo acompañemos a dormir y nos quedemos con él hasta que se durmiera; aunque para otros padres y madres esto sería un retroceso nosotros nos alegramos mucho de que nos mostrara sus mañitas y se sintiera seguro de expresar su malestar frente a nosotros. Pasado el tiempo se cambió de cama, comenzó a preferir dormir con nosotros o a elegir si quería que papá o mamá lo haría dormir. Para todos fue una novedad cuando se cambió por primera vez de cama a mitad de la noche, dormida me sorprendí de encontrar a una personita al lado de mi cama!

Actualmente nuestro pequeño tiene su futuro casi resuelto, ha ido desarrollando su personalidad y su lenguaje de a poco, sigue siendo muy tierno y amoroso, ha crecido mucho: ya usa talla 8! Es uno de los más altos de su curso, sabe leer, sumar, restar, es muy inteligente la verdad, tiene memoria de elefante y no se le escapa nada, también es muy amable y sensible, ha hecho de nuestra experiencia como mami y papi de acogida, así como para nuestro círculo un tiempo de vida lleno de cosas lindas, con más cariño del que entregamos y más felicidad de la que teníamos planeada.

En esta experiencia solo encuentro gratitud, se que gracias al amor de nuestra familia su vida se ha ido transformando y nosotros gracias a él crecimos en todo sentido, aprendimos a ser mejores personas y ver al mundo de otra manera. Espero que su vida sea maravillosa, que nunca más se sienta solo y que en cualquier parte del mundo sepa que existe una mamá que lo acompañará siempre.

Familia Vidal Navarro
Puerto Montt